Para la década del cincuenta se instala, en la prensa
especializada, una tendencia a equiparar
a algunas de nuestras actrices con figuras internacionales. Así : Mecha Ortiz
era la Greta Garbo argentina, Tita Merello nuestra Ana Magnani y Fanny Navarro
la Rita Hayworth local.
En esta columna haré foco en la figura más controversial
de las mencionadas. Alguien que durante su vida y aún después de muerta pareció
dividir a la opinión pública en frentes irreconciliables. Sus admiradores
(absolutamente fieles) y sus detractores (absolutamente descarnados. Me
refiero, obviamente a Fanny Navarro.
Quizás sea interesante aclarar que esa construida
semejanza, entre Fanny y Rita se basaba, fundamentalmente, en el estilo de mujer
y en que ambas brillaban en el policial negro. Aunque en retrospectiva también
podría instalarse una similitud en sus vidas personales y afectivas.
A lo largo de los años, se tejieron sobre ella
determinados mitos: se la acusó de arribista que utilizó su relación
sentimental con Juan Duarte, hermano de Evita, para surgir como actriz, que
hizo un uso despótico de su cercanía con el poder y que desde la Presidencia
del Ateneo Cultural Eva Perón, imposibilitó el trabajo de otras figuras.
En esta columna intentaré echar luz sobre algunas de estas cuestiones
Debuta en el año 1936 en el teatro Cervantes como miembro
de la Compañía de Comedia Nacional con 16 años de edad. Al año siguiente, a
pesar que siempre se definió como una actriz que amaba el teatro, debuta en el
mundo cinematográfico en la antigua categoría de extra calificada en “Melodías
Porteñas” de Moglia Barth como una mujer
fatal.
Su primer trabajo destacado en cine llegará en 1939 en la
película “Ambición” de Adelqui Millar.
Paralelamente desarrolla su actividad actoral en el
teatro y el cine. Para 1944, luego del suceso teatral “Mis amadas hijas” Fanny
se retira del ambiente artístico para casarse con un bodeguero mendocino. Se
instala en ésta provincia cumpliendo lo que, para ese momento, hubiera sido el
ideal de la mayoría de las mujeres; ser la señora de y vivir una vida acomodada
por demás. Claro que si bien ese podía ser el ideal mayoritario de la mujer del
momento, no lo era para Fanny Navarro. El matrimonio dura escasos seis meses y
vuelve a Buenos Aires y al teatro.
En su regreso será la primera vedette del Teatro Maipo en
las cinco revistas que Amadori estrena en 1945. También actuará, bajo las
ordenes de este director como contrafigura de la gran diva del cine argento,
Zully Moreno en “Dos ángeles y un pecador”.
En 1946 comienza una breve relación sentimental con el
famoso dibujante Divito siendo una de sus musas inspiradoras gracias a sus
medidas perfectas: 90-55-90. Es en éste año cuando recibe varios premios
consagrándose como actriz de teatro.
Para 1948, año en que conoce a Juan Duarte, ya contaba
con 14 películas filmadas además de las
numerosas temporadas teatrales. Este dato fáctico e irrefutable demuestra que
antes que el destino cruzara la vida de Fanny con la del Secretario Privado de
la Presidencia, su carrera ya estaba en pleno desarrollo y su nombre era
popular.
Un dato que puede parecer menor, pero que visto en retrospectiva adquiere importancia o al menos resulta llamativo; es que la misma noche que conoce a Juan Duarte, a la salida del teatro, también establece su primer contacto con Alejando Apold, Subsecretario de Información y Prensa de Perón, quién luego de la muerte de Evita y el nunca claro suicidio de Juan Duarte desatará sobre Fanny una ola persecutoria que lleva a que muchos de sus contratos naufraguen.
En referencia a su relación con Juan Duarte, además de la
versión mal intencionada de actriz arribista, se suma la de colocarle el mote
de amante, cuando en verdad era la relación oficial del hermano de Evita. Estos
comentarios tienen su origen en la existencia de un triángulo amoroso que
completaba una sí ignota y arribista actriz, Elina Colomer (la Lana Turner
argentina). Tan fuerte fue esta tergiversación de la historia que en la
película de Hector Olivera Ay Juancito!, se plasma esa versión ubicando a Fanny
como una actriz sin antecedentes artísticos y que seduce a un Juan Duarte en
pareja con una prestigiosa actriz que no fue otra que Elina Colomer.
Pero volviendo al eje que nos ocupa, Fanny Navarro, a
partir de 1949 tendrá su destaque mayor en cine. Si bien es cierto que ya
estaba consolidada su relación con Juan Duarte, nada hace pensar que esa fue la
causa de su consagración como actriz, sino que la misma fue producto del trabajo
que venía realizando desde años anteriores y al que ya me referí. En ese año
adquiere gran popularidad al ser la co protagonista de “Mujeres que bailan”
(Manuel Romero) haciendo una inefable dupla con la gran Nini Marshall. Con el
mismo director, en ese año, su carrera incursiona en el género en el que mayor
destaque tuvo, el policial, “Morir en su ley” le dará la posibilidad de un
verdadero duelo actoral nada menos que con Tita Merello.
Su carrera cinematográfica parece consolidarse en el
subgénero policial y paulatinamente pasa a ser protagonista del policial negro,
a las órdenes del director Leon Klimovsky: “Marihuana” (1950) y “Suburbio”
(1951) ambas en dupla protagónica con Pedro López Lagar.
1952 marcará el año de su madurez interpretativa al llevar
adelante el protagónico de “Deshonra” (Daniel Tinayre).
Dos años antes conoce a Eva Duarte quien le ofrece la
Presidencia del Ateneo Cultural Eva Perón ya que necesitaba para ese puesto una
mujer joven, dinámica, sin compromisos políticos previos. Todos estos
requisitos que cumplía Fanny Navarro. Luego de varios intentos acepta temerosa
el desafío. Esa designación, que sin entrar en análisis, parecía un verdadero
premio fue, en verdad, el comienzo de la leyenda negra que terminó
desintegrando su carrera como actriz. Se la acusó de ser despótica en el
ejercicio del poder y de vedar las carreras de algunas figuras. Estas
afirmaciones fueron desmentidas por figuras del momento tales como: Iris Marga,
la propia Niní Marshall (por quien Fanny había intercedido ante Evita aunque
sin obtener resultados), Narciso Ibañez
Menta y Alberto de Mendoza entre otros.
Paradójicamente ese año 1952 es el de la consagración
como actriz dramática de nuestro cine y también el que marca el inicio de su
ocaso. Con la muerte de Eva Perón y el suicidio de Juan Duarte es desplazada de
la Presidencia del Ateneo y Raúl Apold, aquel al que había conocido la misma
noche que a Juan Duarte, comienza un proceso perverso para apagar su carrera: Muchos dicen que ese
proceso se basaba en la idea que era conveniente políticamente que Perón
despegara de la figura de Evita y, fundamentalmente, de su cuñado. Lo real es
que literalmente Apold prohíbe a Fanny Navarro. Todo proyecto que con su nombre
llegaba al Banco Industrial, encargado de subsidiar las producciones, es rechazado.
Luego de “ Deshonra” sólo encontraremos como excepciones “El gito sagrado” de
Luis Cesar Amadori y" Marta Ferrari" de Julio Saraceni, que en realidad responden
a contratos preexistentes.
Esta situación se agudiza a partir del derrocamiento de
Perón en 1955 en que el gobierno de facto la coloca en una lista negra. La
salud psíquica de Fanny Navarro comienza un período de caída libre con delirios
paranoicos, ataques de pánico, depresión; todo ello reforzado por una debacle económica.
En 1958 vuelve al teatro de revistas recibiendo una
ovación en el primer cuadro que desempeñaba, pero ella ya no era la misma.
Luego de esta efímera reaparición vuelve a no ser convocada ni para teatro ni
para cine. Gracias a gestiones realizadas por Nini Marshall en México, Narciso
Ibañez Menta y Alberto de Mendoza en España recibe ofrecimientos de trabajo en
ambos países. No los acepta por un marcado y casi infantil apego a su familia.
Esta fue quizás su peor decisión profesional.
En 1963 vuelve al cine, convocada por Hugo del Carril
para “La Calesita” y por Ralph Pappier para “Allá donde el viento brama”. Luego
de estos dos protagónicos vuelve a caer en el olvido y entre 1964 y 1971 apenas
si tendrá pequeñas participaciones.
Una de esas pequeñas participaciones marcará su último
trabajo cinematográfico, una escena que juega con Isabel Sarli en “Desnuda en
la arena” de Armando Bó (1969) donde fue necesario recurrir a un pago
adelantado del contrato por la situación de extrema pobreza en la que vivía.
Otra fue en el medio televisivo donde Alberto Migré la convoca para un papel en
la telenovela “Mujeres en presidio”. Aquí es famoso que recibió el destrato del
resto del elenco que apenas la saludaba sufriendo durante una grabación un
ataque de pánico que fue altamente explotado por la prensa sensacionalista como
un intento de suicidio.
Sus últimos años los pasa recluida en su departamento,
casi sin recibir visitas, y con una adicción importante a los cigarrillos y el
whisky.
Su vida fue un verdadero melodrama, de aquellos en los
que había brillado como actriz, con una dosis de tragedia griega.
Podría definirse su vida en una simple y dolorosa
ecuación: mujer hermosa+ estrella del espectáculo+ relación con el poder dio
como resultado su caída y persecución.
Tomando esta última palabra no puede dejar de establecerse una fuerte
analogía con la escena final de su mejor película: “Deshonra” en la que tras un
escape por la red cloacal de Buenos Aires termina encontrando la muerte.
Comentarios
Publicar un comentario