EL
DESEO Y EL AMOR EN EL CIRCULO VICIOSO DE LA DESTRUCCIÓN.
Uno de los directores, con
producción más interesante y menos lineal, durante la década del 40 y parte de
la del 50 fue sin dudas, Carlos Hugo Christensen.
CARLOS HUGO CHRISTENSEN |
Nacido en
Santigo del Estero en 1914. De
ascendencia danesa comienza su relación con el cine de manera bastante
asistemática, luego de un breve paso por la dramaturgia y la crítica
cinematográfica en la revista “El Hogar”. Cumpliendo éstas funciones conoce a Cesar Guerrico, directivo de Lumitón, ingresando a estos estudios
cinematográficos como ayudante.
Un verdadero autodidacta, cargado de una fuerte intuición
logra dirigir su primera película “El buque embotellado” (1939) que no
llegó a tener estreno comercial, pero que desde su título deja plasmada ese
clima de encierro que seguirá desarrollando en sus mejores creaciones, tanto en
nuestro país como Brasil donde se radica a partir de la caída del peronismo en
1955 hasta su muerte en 1999.
Al año siguiente llega su segunda realización “ El inglés
de los güesos” protagonizada por Arturo García Buhr y Anita Jordán la que es
recibida cálidamente por crítica y público.
A partir de ésta película su carrera transitará por los
más diversos géneros, incluyendo la adaptación de clásicos literarios, las
comedias livianas, los melodramas con carga erótica y temáticas policiales.
Siendo, sin ningún lugar a duda, los dos últimos géneros en los que marcó la
diferencia como creador logrando sus mejores productos, siempre con un excesivo
cuidado de la fotografía y en la dirección de actores.
El verdadero punto de quiebre que permite aflorar al
Christensen más profundo y tortuoso se da con “Safo, historia de una pasión” (1943) el primer film argentino con
una carga sexual inusitada para la época y que su análisis permite develar una trama homo erótica encubierta. Tema
que será recurrente en sus mejores creaciones pero siempre desde una mirada claustrofóbica y oscura, muy
propia del momento socio cultural donde la homosexualidad quedaba relegada al
ostracismo más absoluto, siendo aquello que no se podía poner en palabras; convertida más en padecimiento que en orientación.
SAFO, HISTORIA DE UNA PASION. |
Ese ambiente claustrofóbico propio de su cine se sustenta
en trípode conformado por
Las temáticas
trágicas: con personajes que siempre inician desde una
ingenuidad para ir sufriendo un proceso de degradación como consecuencia de
vivencias que los marcarán de manera indeleble y definitiva.
La densidad en el tratamiento de los temas: los espacios están trabajados siempre desde el encierro como forma de reproducir un recorrido moral descendente de los protagonistas. Para lograr plasmar esta densidad la escenografía y la puesta en escena, junto con un rol protagónico de la banda sonora se conjugan en una verdadera acción de fundición. Hay una forma recurrente en la filmografía de Christensen del tratamiento del clímax en el cual el personaje realiza un verdadero exorcismo de sus miedos, para mostrarlo recurre a un. plano pecho del protagonista, que permite un particular recorte de luz sobre el rostro, que queda enmarcado en un juego de contrapicado de imágenes y voces que lo van rodeando como acechándolo..
La densidad en el tratamiento de los temas: los espacios están trabajados siempre desde el encierro como forma de reproducir un recorrido moral descendente de los protagonistas. Para lograr plasmar esta densidad la escenografía y la puesta en escena, junto con un rol protagónico de la banda sonora se conjugan en una verdadera acción de fundición. Hay una forma recurrente en la filmografía de Christensen del tratamiento del clímax en el cual el personaje realiza un verdadero exorcismo de sus miedos, para mostrarlo recurre a un. plano pecho del protagonista, que permite un particular recorte de luz sobre el rostro, que queda enmarcado en un juego de contrapicado de imágenes y voces que lo van rodeando como acechándolo..
La
iluminación:
los juegos de luces y, fundamentalmente, de sombras instalan en
la historia, con fuerza por momentos devastadora, el inconsciente de los personajes. El uso de este
recurso formal, adquiere en Christensen ribetes
no explorados, hasta ese momento, en nuestra cinematografía al evidenciar lo
siniestro y lo fatal donde una cierta fuerza va acorralando a los personajes hasta su
propia destrucción, lo que evidencia el peso del castigo, propio de la
concepción judeo cristiana, ante lo sexual y en especial ante lo homo erótico.
Safo,
protagonizada por Mecha Ortiz y Roberto Escalada plantea la historia de
Selva Moreno una mujer con una vida
sexual no tradicional, que conoce a un muchacho mucho menor que ella e inicia una
relación donde la violencia simbólica está presente en toda la trama y,
sutilmente, altera las acciones clásicas propias de cada género, para un esquema
hetero-nomativo , al otorgar al personaje de Selva toda la fuerza por sobre el
joven. Cómo si quien ejerciera el verdadero status masculino fuera ella y no
el.
MECHA ORTIZ |
Tres años después de Safo vuelve al melodrama erótico
con “El ángel desnudo”, donde se plantea la historia de un hombre
en bancarrota, acosado por deudas de juego que decide mandar a su hija adolescente (Elsa) a pedirle dinero a un escultor. El artista aceptará dárselo a cambio de verla desnuda.
Protagonizada por Olga
Zubarry y Guillermo Battaglia es
en donde se lleva a cabo el primer
desnudo del cine argentino, un desnudo donde solo se ve la espalda de la
protagonista. No siendo, en sí mismo tan importante el tratamiento del desnudo
sino lo que, en la escena, se induce como liberación de lo más carnal y
visceral y para lo que Christensen recurre a un plano detalle de la mirada de Battaglia. Mirada siniestra y salvaje, más propia de un fauno que de un hombre.
El personaje que construye Guillermo Battaglia resulta de los más es memorables de nuestro cine; acechando a Elsa como un cazador que
devora con la mirada a su presa, a la que sigue y finalmente “desnuda”.
En la escena final, cuando Elsa parece salir de las sombras para entregarse al escultor, vemos el clásico recorte de Christensen donde la iluminación hace foco sobre la mirada poseída del personaje en la que aflora el mal y la perversidad.
En la escena final, cuando Elsa parece salir de las sombras para entregarse al escultor, vemos el clásico recorte de Christensen donde la iluminación hace foco sobre la mirada poseída del personaje en la que aflora el mal y la perversidad.
Nuevamente el
erotismo establece un vínculo,
perversamente indisoluble, con lo prohibido,
lo incontrolable; legitimando una vez más el mandato sociocultural del momento
donde la pulsión sexual por fuera de la función procreadora del matrimonio llevaba consigo un castigo.
El comienzo del filme es un plano detalle de unos pies masculinos que la cámara sigue en un verdadero travelling. Esos pies son del padre de
Elsa que hace justicia, por mano propia, por la historia que veremos planteada mediante un flashback. Éste tratamiento permite, desde el comienzo vislumbrar
el final trágico.
OLGA ZUBARRY Y GUILLERMO BATTAGLIA.
En 1949 llegará el turno de reunir a Roberto Escalada y Olga
Zubarry en “Los Pulpos”. En este
filme el tema preponderante será un amor enfermizo, tortuoso y lacerante con el
cual una mujer de apariencia angelical desafía el rol clásico de heroína
sufriente. Ya que es ella quien dirige toda la acción que tiene como único
blanco a un hombre débil.
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Horacio es
un escritor que comienza una relación epistolar
con Mirta,una joven oriunda
de San Luis, que en sus cartas le confiesa su amor. La joven virginal llega a
Buenos Aires y tratando de adaptarse a
la vida de la ciudad encuentra en Horacio su guía; hasta aquí
el planteo pareciera no ofrecer ribetes propios del cine de Christensen. Pero, justamente por
tratarse de él, la personalidad ingenua de Mirta
irá realizando el tránsito degradatorio
de todos sus personajes. Aquí el esquema será enamorar a Horacio para traicionarlo
en repetidas oportunidades y la forma en que Horacio entra en ese círculo
vicioso de perversión y destrucción.
La transformación de Mirta, a lo largo del desarrollo de
la trama, es radical pero sutil. Esa
sutileza se observa en elementos que podrían pasar, en una mirada desprevenida
del espectador, inadvertidos: tales como: determinados arrebatos, gestos fuera
de lugar, uso de vocabulario inadecuado, etc.
En “Los Pulpos”, Christensen interpela la configuración del lo femenino
como un universo intrigante, sórdido y
cambiante.
Resulta interesante tomar en cuenta la transformación que también se produce en el espectador con el devenir de la
historia, ya que en una de las escenas
iniciales cuando, un personaje secundario, Maldonado tilda a Horacio de ingenuo
por enamorarse de una mujer el espectador verá en él un simple resentido, reafirmando este sentimiento
ante lo angelical de Mirta. Sin embargo la transformación
de la protagonista es lenta pero constante; así la chica inocente se
transforma en trabajadora (ocultando ésta condición y fingiendo pertenecer a una
familia acomodada). Horacio asiste a estos cambios con una inocencia casi infantil que será la
principal aliada de Mirta para gestar un verdadero monstruo que vive para
sacarle dinero, burlarse de él y traicionarlo; es decir una verdadera sociópata
que puede cometer las mayores crueldades sin la menor empatía ni remordimiento ante el resquebrajamiento de la salud de Horacio que comienza a somatizar el “mal amor”.
Tales ribetes adquiere la
perversión que el protagonista se debate varias semanas entre la vida y la
muerte, con la ausencia total de su amada y será, justamente Maldonado quien
redime a Horacio haciendo que se estrene una obra teatral por el escrita (con
profunda base autobiográfica) y que lleva el título de “Los Pulpos”.
El éxito de ese estreno será el verdadero tiro de
gracia para Horacio, ya que con el volverá a aparecer en escena Mirta, ofreciéndole
su vida a cambio del perdón y Horacio vuelve a caer en los tentáculos de esta
mujer-pulpo.
ROBERTO ESCALADA
Otra protagonista de la historia es la noche porteña para
lo cual el director recurre a una abundancia de exteriores, rasgo no común en
el “cine de estudio”.
La banda sonora se resume en dos temas musicales con
existencia anterior a la película: el tango "Uno" y el bolero “La última noche” .
Resulta llamativo e innovador la utilización de este recurso, ya que la misma
banda sonora remitirá a los momentos felices y al descenso al infierno de
Horacio. Esta doble utilización tiene como finalidad mostrar la circularidad de
la pareja como continua agonía: un hombre siempre dispuesto a perdonarla como
si fuera un sino trágico y una mujer en apariencia siempre a punto de amarlo
para volver a traicionarlo.
Cuando, en el final, el arrepentimiento parece auténtico el
espectador ya no necesita volver a creer en ella, simplemente porque la vida ya
no le dará oportunidad a Horacio.
Christensen es el director que supo retratar como nadie
los ambientes claustrofóbicos, lo tortuoso, la diversidad como sino trágico y
puso en sus mejores películas aquellos fantasmas que lo atormentaban
posiblemente desde su infancia. Estas características le ocasionaron conflicto
con los organismos fiscalizadores de la moral y las buenas costumbres. En la década
del '50 decidió seguir su carrera fuera del país y luego de filmar en Chile y
Venezuela se radicó en Brasil, donde siguió trabajando hasta su muerte en 1999.
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