Durante los años 50 una nueva lógica se instala en el
contexto mundial. El mundo bipolar,
producto excedente de la Segunda Guerra
Mundial, producirá cambios profundos que se instalan en todas las esferas
de la sociedad. Desde discursivo (con toda la connotación en las dimensiones,
políticas, económicas y de reparto de poder y riquezas) se harán comunes las
expresiones: Primer, Segundo y tercer
mundo.
En el contexto
nacional se comienza a transitar el Segundo
Peronismo, caracterizado, fundamentalmente, por un liderazgo bicéfalo donde no puede establecerse un verdadero orden
de importancia entre las figuras de Juan Domingo Perón y Evita.
En 1949 se
había sancionado una nueva Constitución
Nacional, que no sólo permitía la re elección presidencial directa, sino
que visibilizaba a través de sus artículos nuevos
actores sociales como la clase
obrera y la mujer.
En el aspecto cinematográfico nacional, en esta década,
podemos distinguir dos períodos
fuertemente diferenciados: cuyo quiebre se da en 1955,
que con el Golpe de Estado se deroga el
proteccionismo estatal con el que contaba la industria cinematográfica y
que estaba basado en dos pilares: el financiamiento de películas y la
obligatoriedad de distribución y exhibición de cine argentino en todo el
territorio nacional. Esta decisión política del gobierno de facto no necesitará
demasiado tiempo para que se evidencien las consecuencias de la misma: marcada caída de la producción nacional, quiebra de
estudios cinematográficos y un aumento desmedido de la exhibición de cine
extranjero sobre el nacional (solo por tomar un año, como muestra, se
producirá en 1956 una relación de 12 estrenos nacionales por sobre 697 filmes
extranjeros).
La realidad argumental de estos dos períodos contará con
características casi antagónicas. En el primer
periodo (hasta 1955) encontramos una continuidad de las comedias livianas de los años 40, en
aquellos productos destinados a las clases
más acomodadas de la sociedad, y una complejización temática en el cine social (con el que se
identificaban las clases populares) que permite la irrupción de nuevos tópicos tales como: trata de personas, narcotráfico, lucha de
clases, etc. Entre los títulos más destacados del cine social del periodo
merecen una mención especial: “Marihuana”,
“Suburbio” de León Klimovsky; “Barrio
Gris” “ Oro Bajo” “ El curandero” del genial Mario Soficci; “ Las aguas bajan turbias” de Hugo del Carril; “Mercado de
Abasto” de Lucas Demare y “Deshonra” de Daniel
Tinayre.
El común denominador del cine social de este periodo será la inusitada calidad de las producciones
y una marcada crítica destructiva de una prensa opositora que acusará de manera
sistemática a estas producciones de cine propagandístico que utiliza
determinadas escenas para la legitimación de la acción gubernamental.
El segundo periodo de esta década es lo que podemos denominar “etapa oscura” caracterizada por la
restricción de libertades individuales, la quita de derechos sociales, la
destrucción de la industria nacional y un enfermizo proceso de desperonización.
En lo referente a lo cinematográfico esto se verá
materializado en la destrucción de un
cine de excelencia que sufrirá diversas estocadas tales como el encarcelamiento de Hugo del Carril y de
Atilio Mentasti.
Es sabido que todo golpe de Estado ha contado siempre con
la complicidad, algunas veces, y la acción directa, otras, de facciones de
poder civil como forma de sostenerse. El mundo artístico estará en este periodo
controlado por la siniestra Dirección
Central de Cine y Teatro, integrada por damas de la oligarquía y miembros
de la Iglesia. Su función será la calificación
moral de las obras teatrales y cinematográficas.
A partir de la nefasta acción de la mencionada Dirección será un ejercicio prácticamente imposible
encontrar películas relevantes; solo escapan a ésta premisa dos grupos de películas:
uno conformado por películas producidas en 1955 y que serán estrenadas con cortes en 1956, “Oro Bajo”, “La Morocha” y un el otro
constituido por películas que encierran, en sí mimas, una crítica directa o metafórica al peronismo : “Los Torturados” de
Alberto Dubois y “ El Jefe” de Fernando Ayala donde, desde
la metáfora se hace una lectura del peronismo
como una banda delictiva manejada despóticamente por un cobarde con una
marcada estructura homo social y de cosificación de la mujer.
Aún contra todas
las restricciones que he mencionado, lentamente se va construyendo un polo resistencial que hará un uso inteligente de la metáfora para introducir denuncias evitando la lectura
básica, simple y lineal de la renombrada Dirección Central de Cine y Teatro.
Integrantes de este grupo serán directores como: Leopoldo
Torre Nilson ( “La casa del ángel”
y “La caída”), Lucas Demare (“Detrás de un
largo muro” y “Zafra”), Mario Soficci (“Rosaura a las 10” “Isla
Brava”, Daniel Tinayre (“En la ardiente oscuridad”).
Un párrafo aparte y que, a simple vista, puede parecer
hasta paradójico es la inclusión en este grupo del binomio Armando Bo e Isabel Sarli. En sus dos primeros envíos : “El trueno entre la hojas” y “Sabaleros” recuren a una brillante
estrategia de un armado de dos líneas
argumentales casi paralelas; una primera línea donde se hace foco en lo
erótico y que garantizaba las contiendas directas con la censura que ejercía la
Dirección Central de Cine y Teatro que apuntaban a las escenas de desnudo de
Isabel Sarli, pero obviaban la existencia de una segunda línea argumental de
denuncia social de los sectores que nuevamente habían sido invisibilizados, lo
que equivalía a una jugada brillante de desviar la atención de los miembros de
la censura para que no pudieran hacer foco en la verdadera denuncia del
contenido fílmico.
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