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VLASTA LAH. MUJERES FUERTES.

 



No es ninguna novedad plantear que el universo de la dirección cinematográfica  argentina fue, y en cierta medida continúa siendo, un universo conformado por hombres.

La mujer como directora cinematográfica no accede fácilmente al reconocimiento popular y  de la crítica especializada. Tanto es así que a la simple pregunta de: ¿Quién fue la primera directora mujer de nuestro cine sonoro?; se obtenga, casi seguramente una única respuesta (absolutamente errónea) y se mencione a María Luisa Bemberg.

En realidad, en plena década del 60, en medio de ese quiebre argumental y de tratamiento de la imagen que caracteriza las creaciones cinematográficas del momento, una mujer logra llevar a cabo la dirección de dos películas con temáticas absolutamente femeninas.

Me refiero a VLASTA LAH. Una, injustamente, gran olvidada en casi todas las retrospectivas de cine argentino o sólo mencionada como la esposa de otro director, Catrano Catrani,

Nacida en 1918 de origen italiano se formó cinematográficamente en Roma y llegó a la Argentina con su marido trabajando para  Estudios San Miguel, como  asistente de dirección durante las décadas del 40 y 50. A mediados de esa última década dirigió una escuela cinematográfica que dependía de la Unidad Básica Eva Perón

En 1960 llega a la dirección con una amplia experiencia en distintos rubros ligados a la industria cinematográfica con lo cual difícilmente el resultado de su ópera prima, “LAS FURIAS”  podía ser pobre. Y no lo fue. Sin embargo, como en tantos otros casos, la película fue muy subestimada por la crítica y mucho tiempo después revalorizada y comprendida en su justa dimensión.

Tres años después será el turno de su segunda y última película “LAS MODELOS”, definitivamente menos logrado que su antecesora. Se lo catalogó como un intento telenovelesco, elemental y básico dónde no se tuvieron en cuenta la crítica solapada que la directora hace sobre el mundo millonario y frívolo

Quizás la poca repercusión de ambos títulos hizo que Lah se replegara y volviera a sus anteriores funciones de guionista y asistente de dirección.

En esta columna me centraré en el análisis de su opera prima “LAS FURIAS” donde se aborda un tema eminentemente femenino y con un elenco de primerísimas actrices que se trenzan en duelos actorales verdaderamente antológicos. MECHA ORTIZ, AIDA LUZ, ALBA MUJICA, ELSA DANIEL Y OLGA ZUBARRI, son las cinco furias que sostienen durante todo el filme una tensión permanente relacionada con lo que se disputan estas mujeres en relación con el único hombre de la casa. A quien intentarán doblegar hasta llevarlo a la muerte.

Un elemento que no debiera pasar inadvertido es ese hombre, el cual se puede visualizar en una sola escena muda y tomado de espalda, pero que tiene un nombre: Marcelo, y define, de alguna manera, la razón de ser y existir de cada una de las protagonistas, sus anhelos, decepciones, odios, histerias. Tanto es el peso de ese personaje en la constitución de esas mujeres como sujetos que ninguna de ellas cuenta con nombre propio, siendo “la madre”, “la esposa”, “la hermana”, “la hija” y “la amante”; es decir que su identidad, en cierto modo, es constituida por la relación que cada una de ellas tiene con este ser omnipresente que desde el silencio y la ausencia de imagen sin embargo establece los status y roles de cada una de ellas. Status que, como en el caso de la esposa, la hermana y la hija son aborrecidos pero a los que se someten por alguna cuestión interna de base muy profunda.

Es una historia que produce un quiebre con el “rol femenino clásico” como objeto de deseo en el melodrama. Si bien ese quiebre no tiene la fuerza necesaria para producir una ruptura con el paradigma del patriarcado resulta interesante observar que en el cumplimiento de ese rol femenino asumen un posicionamiento más determinante que el esperable para un paradigma patriarcal

Cuatro mujeres de tres generaciones distintas que comparten una enorme casona prácticamente derruida. Y una quinta, fuera de ese ámbito, pero que se articula con el espacio y la vida de las otras, por la misma causa que ellas, su relación con Marcelo. Todas tienen un temperamento fuerte, decidido, pero orientado a objetivos muy disímiles, y en algunos casos contrapuestos. No son victimas pasivas de una sucesión de catástrofes nacidas en una transgresión que conlleva una sanción social, sino mujeres fuertes que se imponen por encima de sus propias transgresiones.

Juntas, han dado lugar a la creación de un clima donde las indirectas; las miradas sobradoras y las pequeñas y grandes traiciones son los elementos permanentes en sus vidas.

Mezcla rara de melodrama con suspenso, la película no adhiere explícitamente a ningún género y he allí su primer atractivo. A eso se suman la banda sonora  escrita por Astor Piazzolla, muy bien regulada en sus intervenciones, y la atmósfera de decadencia y sospecha que la directora consigue retratar mediante un inteligente manejo de cámara e iluminación

 Los encuadres y angulaciones, los posicionamientos de los personajes en el campo y momentos puntualísimos, como cuando se las observa acechando  tras una ventana de la casa o del auto,  los inteligentes  picados-contrapicados entre la planta baja y el primer piso; eximen al film del dictamen de la crítica del momento  que la descalificó como un simple  teatro filmado; pasando por alto, evidentemente, escenas breves, en exteriores u otros interiores ajenos a la casa (cine, restaurant, peluquería, oficina), que otorgan una pequeña aireación al  conjunto.


Entro los varios aciertos de “Las Furias”,  Vlasta Lah logra que se palpe en el ambiente una  incertidumbre, producto del hacer foco en  actitudes solapadas  de sus protagonistas  tales como: morbosidad, envidia, especulación, lujuria, cinismo, codicia. El tratamiento de estas pasiones humanas encuentran también un marcado mérito en el elenco escogido: Elsa Daniel (en un rol sexy, muy distinta a sus films con Torre Nilsson, es la hija); Mecha Ortiz (matriarca dura, pero afecta a los favoritismos, es la madre); Aída Luz (gozosa en su condición de obstáculo, es la esposa); Alba Mugica (frustrada, siniestra pero débil, es la hermana) y Olga Zubarry (equilibrada, razonable, pero también enemiga con chances  de ser cómplice, es la amante).

Los envenenados dardos que se intercambian las cinco mujeres; el papel cuestionable y poco feliz de los personajes masculinos a cargo de Catrano Catrani, quien aporta sus espaldas al enigmático macho de la casa; y de Guillermo Bredeston, con categoría de objeto devenido de una cosificación urdida por estas mujeres donde  alterna, en escenas sucesivas, a un  novio víctima de un juego histérico de Elsa Daniel, cuando está borracho y un abuso de él como ocasional amante por parte de Alba Mujica.

Mucho se discutió la calidad de “Las Furias”, cosa que no es fundamental porque es innegable que la tensión que sobrevuela toda la película es extraña al cine de la época. Existen escenas transgresoras que se atreven a llegar a donde el cine argentino no había llegado en términos de ruptura de tabúes, sobre todo en toda una larga escena jugada por Alba Mujica, quien personalmente creo logra la mejor actuación de la historia, que comienza con una exploración cargada a auto erotismo y finaliza en el abuso para con el novio de  su sobrina.

Con una  estructura narrativa trabajada como un racconto convencional, nada deslumbrante, pero totalmente sólida, “Las furias”  constituye  un material atractivo sobre cierta burguesía que intenta mantenerse a flote de cualquier manera , incluso ensayando alianzas denigrantes, y sobre ciertas costumbres de un tiempo que parece ido, pero que en realidad se ha reciclado.



Comentarios

  1. “… sobre ciertas costumbres de un tiempo que parece ido, pero que en realidad se ha reciclado”. Interesante reseña y comentario, sobre una directora que yo desconocía por completo. ¡excelente! ¿no ponés el enlace de las películas por algo? (estaría bueno hacerlo)
    https://youtu.be/J2s_AthT8gU

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