Es frecuente encontrar en diversas obras, literarias o relacionadas con la psicología la utilización del término bovarismo o síndrome de madame Bovary para hacer referencia al estado de insatisfacción crónica de una persona, especialmente en el campo de los afectos, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones, a menudo desproporcionadas con respecto a sus posibilidades reales, y la realidad, que sistemáticamente las frustra.
El término fue acuñado por el filósofo francés Gaultier en 1892 en un tratado de psicología en el que referencia a la novela "Madame Bovary" de Flaubert.
El cine argentino ha abordado el bovarismo en varias de sus producciones; aunque su tratamiento, por lo general resultó colateral y no central.
La excepción, a lo afirmado en el párrafo anterior, se encuentra en una película de Rodolfo Kuhn (que hoy forma parte del cine de culto) "Los jóvenes viejos" (1962)
Protagonizada por: Alberto Argibay, Emilio Afaro, Jorge Rivera López, María Vaner. Graciela Dufau y Marcela López Rey aborda la insatisfacción, propia de la vida urbana, en sus múltiples dimensiones. Un bovarismo que resulta policlasista ya que azota de igual forma a un oficinista o a los jóvenes burgueses.
Kuhn hará foco en como viven esa insatisfacción los jóvenes burgueses. "Los jóvenes viejos" es una verdadera película de vanguardia ,ya que conforma parte del universo de aquellos filmes de los años 60 que propician la ruptura con el clasicismo del cine nacional y que tuvo su inicio en la propuesta de Torre Nilsson.
Su tono es definido por un profunda crítica al existencialismo. Desde una trama
argumental simple, que instala el marco perfecto para desmitificar las prácticas burguesas, Kuhn plantea la historia de tres jóvenes que cuentan con el dinero suficiente como para interpelarse sobre el aburrimiento, el cansancio, la insatisfacción y una sensación de vejez que no guarda relación con la cuestión etaria sino con la ausencia de proyectos definidos.
Sus protagonistas son parte de una juventud que atravesó, desde lo socio político, el peronismo, el golpe del 55 y la decepción del desarrollismo de Frondizi. Elementos que se combinan peligrosamente para obtener como resultante personas cínicas y alienadas.
Rodolfo Kuhn posiciona a la juventud de los 60 dándole una visibilidad protagonica en la pantalla grande desde un lugar frívolo y constituyendo una sociedad: desinteresada, apática y alienada (en la más clara acepción marxista).
El nudo de la trama se conforma cuando para escapar de ese aburrimiento crónico deciden un viaje relámpago a una Mar del Plata invernal y conocen a tres mujeres que presentan sus mismos síntomas de bovarismo.
El filme es un profundo juego de espejos que se visualiza claramente en el discurso auto referencial que sostienen, sobre todo, los personajes de Roberto (Alberto Argibay) y Carlos Hugo (Emilio Alfaro) y que tiene la característica de estar dirigido a ellos mismos, al director y al espectador.
Es un cine de clase media lo que le permite estructurar un mensaje no tan antiperonista y marcadamente apolítico. Esa pertenencia a la clase media se demuestra en la elección de personajes poseedores de una moratoria social que les permite aburrirse, lo que no hubiera sido verosímil en personajes atravesados por una necesidad de dar cobertura a necesidades básicas.
Resulta interesante de analizar un dialogo en el que se referencia a la figura de Perón más con indiferencia que cualquier otro sentimiento y que habilita ese sentimeinto de desencanto ante lo político de los protagonistas. Un desencanto que busca su vía de escape a la alienación que produce en la noche y lo banal.
- Viví el presente. Hace como los muchachitos de las películas extranjeras.
- Se pasan la vida diciendo que dos guerras los pusieron así.
- Por lo menos tienen las guerras.
-¿Qué decís?. Estás loco.
-Por lo menos pueden usar las guerras para justificarse. Pero nosotros ¿qué podemos usar?
-¿Para justificar qué?
-Para justificar.
- Usémoslo a Perón. Es lo más cómodo y bastante influyó.
Esta película, como casi toda la filmografía de Kuhn se puede leer en clave de los cambios que atraviesa la juventud de los 60 como colectivo. Atrapados en una existencia donde nada sucede abre un doble interrogante: por un lado ¿el aburrimiento los lleva a pensarse constantemente? o ¿el pensarse constantemente los hace aparecer como monótonos?.
El final claramente se encarga de desmentir posibilidades, esto se observa claramente en el juego de cámaras que hace el director con dos de las parejas en la última escena de la playa: Roberto le plantea a Sonia (María Vaner) porqué lo va a abandonar y por toda respuesta la cámara los abandona y hace un travelling, en el mismo escenario, a la pareja de Carlos Hugo y María Cristina (Graciela Dufau) que es quien da la respuesta a la pregunta que quedó en el aire al decirle "se puede ser cobarde o valiente y yo soy cobarde". El cierre de la acción también queda a cargo de esta pareja ya que, sin incorporar palabras, vemos a un Carlos Hugo que abandona el lugar resignado y una María Cristina que escapa a toda carrera hasta un jeep y huye del lugar.
En esta escena el tratamiento de imagen resulta verdaderamente magistral ya que la toma se abre como liberando un futuro sin cerrarlo.
"Los jóvenes viejos" es una película que por más que se encuentre olvidada para el público masivo, ya que solamente es tenida en cuenta por verdaderos conocedores del cine argentino, plantea una problemática que jamás perderá actualidad.
Rodolfo Kuhn fue un director que mereció una mejor suerte en el séptimo arte pero que la censura y los avatares políticos del país le cobraron muy caro su osada ironía para retratar una generación de quiebre como la juventud de los años 60.







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