VIOLENCIA INTERGENERACIONAL.
Al referirme anteriormente a la obra cinematográfica de Leopoldo Torre Nilsson; hice referencia a que su cine, a lo largo del tiempo, va a penetrar en diversos mundos que determinarán distintas etapas en su filmografía donde encontramos una de ellas referidas a una interpelación de lo subjetivo, otra donde se sumerge en cuestiones históricas (con un cierto rescate de lo épico) y otra en la que el mundo preponderante será el socio político.
En el siguiente artículo haré foco en una de las películas pertenecientes a ésta última etapa. "La guerra del cerdo" del año 1975. Con guion propio en colaboración con Beatriz Guido y Luis Pico Estrada sobre la base de la novela de Bioy Casares "Diario de la guerra de cerdo".
Algunos críticos han definido esta propuesta de Babsy como "La naranja mecánica local", haciendo referencia a la existencia de algunas escenas muy similares con la película de Stanley Kubrick de 1971. Si bien es cierto que hay una escena en el inicio del filme, el ataque a un diariero, que guarda similitud con el planteo realizado por Kubrick; creo que el calificarla como una copia es inexacto y desacreditante para un cineasta de la importancia de Torre Nilsson.
Protagonizada por José Slavin y Marta González y con un elenco donde se destacan: Emilio Alfaro, Victor Laplace, Luis Politti, Osvaldo Terranova y María José Demare; "La guerra del cerdo" constituye una propuesta cinematográfica extraña e incomoda resultando muy complejo definir el género de la misma.
Por momentos parece un filme fantástico, con elementos de ciencia ficción (ya que plantea una ciudad en muchos aspectos futurista) pero, a su vez, es una historia cargada de un realismo crudo.
Estas características unidas hacen que la película no sea ni fantástica, ni de ciencia ficción, ni realista pero, a su vez, sea todo eso. Por lo que lo más justo es definirla como una película verdaderamente inclasificable. Aunque esta afirmación no guarda relación con la calidad del bien cultural propiamente dicho como resultado final.
La trama plantea una verdadera guerra generacional entre jóvenes y viejos, a los que los primeros llaman cerdos. Ese enfrentamiento se hace notorio sobre todo en el tratamiento de la relación con el deporte que mantiene cada generación y el mundo cultural que los contiene, identifica y, en algún aspecto los constituye como actores sociales.
No solo hay competencia y recelo entre ambos bandos sino que el enfrentamiento es absolutamente explícito.
En una guerra gana el más fuerte, que en este caso son los jóvenes, mientras que los viejos son las víctimas de la violencia y arrogancia juvenil.
Ya en el inicio, en la escena mencionada precedentemente como similar a la película de Kubrick, un grupo mata a un diariero sin ninguna razón aparente más que el profundo rechazo etario.
Este hecho de violencia no resulta un elemento aislado sino que la agresión ciega será el color y el clima que define y atraviesa toda la historia. Se sucederán los ataques, las persecuciones y los asesinatos basados en una creencia justiciera, por parte de los jóvenes, sobre la responsabilidad que le corresponde a las generaciones anteriores sobre toda disfunción social.
Los "viejos" verán alterada su cotidianeidad desde esa violencia omnipresente que los interpela y tendrán que generar estrategias de supervivencia para sortear el profundo debate que se les presenta entre: continuar con la vida normal y el miedo que los va paralizando y acorralando desde una óptica del banóptico que planteará algunas décadas después Baumman.
La historia se centra en un personaje especial, Isidoro Vidal (José Slavin), ya que es un hombre que se encuentra en una zona de frontera, de verdadero relanzamiento de la vulnerabilidad, ya que es joven para algunos pero viejo para otros. Es decir que se encuentra en esa zona de profunda turbulencia donde grupos de pertenencia y referencia van desdibujando sus límites dejando al personaje, metafóricamente, en medio de la nada.
La situación de extrema vulnerabilidad e inestabilidad emocional avanza, sin prisa pero sin pausa, hasta hacer insostenible la cotidianeidad de Vidal y su grupo: "los muchachos" ; quienes no verán finalizar "la guerra" sin experimentar la agresión o la muerte de manera directa o, al menos cercana.
Resulta sumamente interesante la reflexión sobre esa etapa de la vida a la que denominamos vejez y el valor que, como sociedad, le damos.
Mientras los jóvenes son violentos, descerebrados y atravesados por fanatismos profundos; los viejos aparecen como merecedores de esa violencia ya que acosan a muchachas jóvenes (quizás la mejor muestra de esto es el personaje jugado por María José Demare), son egoístas, cobardes y con actitudes profundamente desagradables.
Todos los personajes parecen haber perdido hasta el menor dejo de belleza y coherencia arrastrados por esa inmanejable ola de violencia que se convierte en estructurante.
El tratamiento de imagen es impecable, una iluminación sombría atraviesa todo el filme que solo entra en contrapunto en las escenas finales donde se muestra explícitamente la pacificación entre bandos y hasta el nacimiento de un nuevo contrato social entre las facciones enfrentadas.
Argumentalmente el planteo que hace Torre Nilsson sobre el enfrentamiento etario es profundamente integral ya que en la explicación del mismo se advierten razones psicoanalíticas y sociopolíticas que se desprenden de los diálogos.
Desde lo psicoanalítico: "Los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser", "ser viejo es el futuro de todo joven", "matar al viejo equivale a suicidarse".
Desde lo sociopolítico: "La muerte hoy no llega a los 50 sino a los 80" y mañana será a los 100", "Se acabó la dictadura del proletariado para pasar a la dictadura de los viejos"
A poco de confrontar los argumentos sociopolíticos uno puede encontrar que esas concepciones aún tienen fuerza en diversos postulados que manejan organismos internacionales, como el F.M.I, o políticas de gobierno referidas a nuestros adultos mayores.
Este filme es un verdadero clásico que, desgraciadamente, no es proyectado con la regularidad que merecería en espacios destinados al cine nacional.
Aunque en general sea al revés, en este caso, para mi, la película superó aún al libro
ResponderBorrarCoincido con tu apreciación. Es algo frecuente que las películas de Torre Nilson terminen superando la obra literaria.
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