SIN LUGAR.
No son pocos los casos, en nuestro país, de grandes cineastas que se iniciaron en el mundo cinematográfico como actores; y que sus trabajos histriónicos fueron notables. Esta característica no queda circunscripta a un determinado momento del quehacer cinematográfico; como lo demuestra un rápido repaso por algunos nombres: Mario Soficci, Hugo del Carril, Armando Bo, Fenando "Pino" Solanas, Leonardo Favio, Lautaro Murua, Emilio Alfaro etc.
Algunos de ellos optaron por abandonar su exposición frente a las cámaras dedicándose sólo a la dirección y otros alternaron ambos quehaceres.
El protagonista de este artículo será uno de ellos: Lautaro Murua, haciendo foco en su mejor propuesta fílmica: "La Raulito" (1975).
El cine de Murua recibe, como otros, una influencia directa de Leopoldo Torre Nilsson en cuanto al tratamiento de imagen, la utilización de la iluminación pero diferenciándose de aquel en los personajes a los que retratará en sus películas.
El cine de Murua es un universo poblado por seres que encuentran dificultades para su inserción social, como si no hallaran un lugar en el mundo donde poder ser aceptados y desarrollarse plenamente.
Su filmografía no es demasiado extensa, sólo seis películas entre 1960 ("Shunco") y 1984 ("Cuarteles de invierno") de las cuales una es filmada durante su exilio en España: "La Raulito en Libertad". La base de toda su propuesta cinematográfica tiene origen en obras literarias de los más diversos autores. Y la característica, por excelencia, es la de ser un excelente director de actores, algunos desconocidos, quizás como consecuencia de su formación de base.
Nacido en Chile en 1926 llega a nuestro país, donde desarrollará la mayor parte de su carrera artística en 1954 cuando debe exiliarse en el segundo gobierno de Carlos Ibañez del Campo. En 1976 nuevamente atraviesa, como otros, un nuevo exilio a España.
Solo el marcado desinterés de la cinefilia argentina puede justificar que la obra de Murua no haya tenido el reconocimiento que merecía.
Quince años después de su primer largometraje llega de manera casi accidental a dirigir su filme más logrado; "La Rauilito" protagonizada por Marilina Ross y con un elenco notable: Luis Politti, María Vaner, Duilio Marzio, Fernanda Mistral etc.
"La Raulito" tiene su origen en uno de los episodios del programa televisivo "Cosa Juzgada", sobre el caso real Juan Carlos Gené escribió el guion original que llevó el nombre de "Nadie". El protagónico en ese episodio lo realizaba Marilina Ross quien, según sus propias manifestaciones, quedó tan atrapada por el personaje que se propuso llevarla al cine; tarea que le llevó cinco años en que el proyecto pasó por varios directores, algunos que lo rechazaron por no resultar de su interés, otros, como Alejandro Doria, por no tener producción para llevarlo a cabo.
Siguiendo el camino inverso la actriz comienza a buscar quien quisiera producirla y así llega a Sabina Siegler y Diana Frey quienes lo consideran viable y ofrecen el guion a Murua. Cuando preguntó quien sería la actriz quedó perplejo ante la respuesta y dijo que el libro era bueno pero que no podía hacerlo Marilina Ross. Al saber que era un proyecto de ella aceptó con la condición de hacer una prueba preliminar. El propio Murua, contaba que después de la misma le dijo a la actriz: "Vos actuá que yo te filmo". Tal fue la química que se logró en esa dupla, que muchos consideran a "La Raulito" como la película más importante de breve período democrático de los años 70.
Sin dudas la propuesta de Murua tiene dos bases extremadamente sólidas que se resumen en un actuación antológica y una puesta en escena dinámica que es reforzada por la utilización de colores ásperos y el uso, en muchas escenas, de cámara oculta. Ambas características resultan sin precedentes en el cine de la época y resultan ampliamente funcionales a la trama argumental.
Lautaro Murua prescinde en la propuesta de establecer una precisión temporal, recurriendo a una fragmentación mediante interpolaciones documentales.
Dichas interpolaciones tienen un doble objetivo: fortalecer la impresión de la realidad y definir un contexto absolutamente determinante sobre el personaje.
La protagonista se encuentra en un estado de fuga permanente en diversos aspectos por un lado, no pertenece a ningún lugar y por otro niega su definición por género.
Aquí resulta interesante plantear la cuestión de la negación de género, ya que la Raulito no se corresponde con el paradigma de lo que hoy denominamos transgénero. No es un hombre trans, no se percibe como perteneciente al género masculino, ni siquiera manifiesta un deseo explicito de serlo. Todo lo contrario en uno de sus diálogos expresa claramente: "No es que quiera ser hombre, lo que no quiero es ser mujer. Las mujeres sufren mucho mas".
Si bien no es una película que expresamente se la pueda ubicar dentro del cine político; tiene la particularidad de plasmar una omnipresencia del Estado y de lo político. Algo que queda plasmado desde la escena inicial donde hay sirenas y patrulleros y se refuerza con el devenir de la historia en la que abundan espacios conformados por instituciones totales, elemento constituyente del aparato represivo del Estado, cárceles, asilos, nosocomios, presencia policial. que sostienen un clima represivo generalizado que se sostiene en toda la historia, con pequeñísimas "islas" donde la represión pareciera no ingresar.
Esa coerción represiva está presente desde los primeros minutos del filme; la protagonista es llevada al neuropsiquiátrico por la policía y ante su rebeldía es confinada a una celda, con el objetivo explicitado por Michel Foucault de lograr una docilidad corporal. Esto queda captado de manera magistral por la cámara de Murúa ya que se plantea un punto de observación a través de una pequeña ventana desde la mirada del médico.
Este encierro que refuerza su función de castigo desde el trato del personal para con las internas que son sometidas a revisaciones humillantes y requisas.
El desarrollo de gran parte de la historia en estas instituciones de encierro es una alusión directa al Estado como gran represor.
Sin dudas esa abundancia de instituciones estatales en la historia no es un mero elemento anecdótico sino que sirve para poner en evidencia la disfunción de esas instituciones que no protegen sino que reprimen y enferman.
El clima permanente de la película es angustiante; algo que Murúa logra con un manejo de cámara donde las escaleras siempre serán tomadas desde abajo, corredores extensos que son vistos desde los extremos y la sobre abundancia de muros pelados y en estado de deterioro.
La protagonista se opone a todo el orden establecido: se niega a quitarse la ropa, se viste como varón, juega al futbol; todas situaciones que sirven para mostrar las dificultades de una mujer en una sociedad machista, represiva y patriarcal.
Lo antedicho se refuerza cuando observamos en el filme la situación de otras mujeres que emergen : prostitutas y streepers.
La película nos sumerge en la vida de personas que viven al margen. Exclusión que se contrapone, para terminar de definirse, con la escena de la Navidad en la casa del médico donde a pesar de no plantear un rechazo explícito no saben como abordar la presencia de la Raulito en la casa.
Esta película cuenta con una escena fundamental, el monólogo de la protagonista en Tribunales. Dicha escena que está considerada, por muchos críticos, como lo mejor del cine argentino; nos permite, en 10 minutos de improvisación pura de la actriz protagónica, ser espectadores de toda la fuerza que puede tener el desamparo de quién no encuentra un lugar en la sociedad.
Esta película será la llave para el trabajo en España de Marilina Ross y Lautaro Murúa cuando un año después debieron exiliarse ya que fue un éxito de taquilla y crítica extraordinario que llevó a ambos a encarar una secuela: "La Raulito en libertad" (1977) que demuestra la veracidad de aquella máxima que segundas partes nunca fueron buenas.
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