TRAMPAS A LA REALIDAD.
Si una característica extra a la de la genialidad como director se puede encontrar en la obra de José Martínez Suárez es que se puede determinar, en su filmografía, la existencia de distintos ciclos. Ciclos en los que aborda diversos géneros y en los que la propuesta se renueva desde historias con un número reducido de protagonistas hasta historias absolutamente corales.
Esa etapa coral está representada por su segunda y cuarta película. Entre "Dar la cara" y "Los Chantas" . Distando entre ambas trece años de diferencia y el paso intermedio por, la que Martínez Suárez consideraba su peor producto, "Viaje de una noche de verano" (1965).
En éste artículo haré foco en "Los chantas"(1975); una historia, como es habitual en este Director , de jóvenes. Aunque aquí los protagonistas no pertenecen a esa categoría por un rango etario sino por la dificultad que tienen para poder establecer proyectos de vida duraderos.
A pesar de ser personas promedio de 40 años, sus protagonistas son seres con una fragilidad emocional propia de la adolescencia. Sin dudas han crecido, han cumplido años, pero no alcanzaron una madurez que les permita un tránsito menos traumático por la sociedad y transcurren sus vidas con una alta dosis de ansiedad que los lleva a soñar, de manera permanente, con un futuro promisorio que les permita ocupar mejores posiciones sociales. Sueños que no pueden concretarse por ese rasgo cuasi infantil que define sus acciones y que les impide hacer lecturas integrales de la realidad en la que se encuentran.
"Los chantas" es una historia de 16 personajes que forman un todo. Aunque cada uno de ellos amalgama la frustración colectiva con una inconsecuencia del status personal que destroza los sueños que supieron tener alguna vez, pero que también les da un marco referencial sin el que sus existencias estarían aún más devaluadas de lo que ya se encuentran.
Con un elenco de pimeras figuras conformado por: Norberto Aroldi, Elsa Daniel, Tincho Zabala, Lautaro Murua, Alicia Bruzzo, Olinda Bozán, María Concepción Cesar, Juana Hidalgo, Jorge Salcedo, Angel Magaña, Hector Pellegrini y Dario Vittori entre otros; Martínez Suárez plantea una mordaz crítica a la sociedad argentina en la que no hay un sólo ámbito que no esté atravesado por las mezquindades.
Cada personaje, como ya dije amalgama lo colectivo con lo personal; por lo que cada relato cuenta con un inicio, un conflicto particular y un final aunque ese tratamiento no siga una lógica absolutamente lineal.
Justamente esa ausencia de linealidad es la herramienta que el Director utiliza para poner bajo una lente de aumento el hecho que cada uno de ellos han tenido sueños juveniles que han mutado a simples juegos de supervivencia.
Al estilo de lo que varias décadas después va a proponer Fabian Bielinsky, aunque de manera más oscura, en "Nueve Reinas", los personajes de "Los chantas" parecen moverse en un mundo de estafas permanentes. Pero ese universo tiene un tratamiento impregnado por el costumbrismo que logra que el espectador sienta una empatía desde lo familiar que pueden resultar los distintos personajes.
Técnicamente se la puede definir como una comedia grotesca, estilo que pocas veces resultó exitoso en nuestro cine, ya que en los primeros minutos encontramos una escena con una estafa estratégicamente planificada para arrebatar dinero a un pasajero en un transporte público.
Escena que resulta magistral al imprimir un timing cómico perfecto desde lo medido y, por ende, absolutamente efectivo ya que que el manejo de la intensidad en las comedias grotescas es lo que determina que no quede anulada la gracia de una escena por excesos.
Otro aspecto destacable es la forma casi antropológica en la que Martínez Suárez maneja las influencias del cine extranjero, logrando, sin embargo, que la historia se sienta y vea como perfectamente local. Para ello recurre a filmar la acción argumental en lugares perfectamente identificables del urbanismo porteño.
A pesar de haber optado por plasmar la historia en clave de comedia grotesca todos los personajes del filme están atravesados por un espíritu fatalista, que emparenta la propuesta con aspectos del cine negro. Ya que la carga de melancolía, frustración y cierta ingenuidad no anulan, en los personajes, la propia conciencia de la carga autodestructiva de una vida borderline a la que, sin embargo, parecen no poder renunciar.
Quizás porque renunciar a ese fatalidad los dejaría más desprovistos de recursos reales y simbólicos dejándolos desprovistos de ese pequeño lugar que han podido ocupar en un entramado social adverso e inequitativo.
Comentarios
Publicar un comentario