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"LOS MUCHACHOS DE ANTES NO USABAN ARSÉNICO" JOSÉ MARTÍNEZ SUAREZ (1976)

 

Dando continuidad al rescate de la obra de José Martínez Suarez me dedicaré en este artículo a su anteúltima película, una exquisita comedia negra, al estilo inglés, pero con la maestría necesaria por parte de su director para un planteo profundamente localista.

Estrenada en 1976 remite desde su título a la mítica película de Manuel Romero, “Los muchachos de antes no usaban gomina” (1937) y actúa como una especie de continuidad delictiva con el título anterior de Martínez Suarez, “Los chantas”; aunque los protagonistas de aquella fueran infinitamente más ingenuos que los adorables ancianos de este filme, que serán capaces de cometer los más atroces crímenes con tal de mantener el status quo de un grupo homosocial que les da continente e identidad.

Película que sin dudas, tanto por su calidad como por la metafórica radiografía de la sociedad de su tiempo merece un lugar destacado en el universo cinematográfico nacional. Cuenta con una remake de Juan José Campanella, “El cuento de las comadrejas” (2019) que no llega a ser más que una pálida propuesta aggiornada que no logra recrear el clima oscuro y lúgubre de la original.

Protagonizada por cinco de las mayores figuras de nuestro cine: Mecha Ortíz (Mara), Narciso Ibañez Menta (Norberto), Mario Soficci (Martín), Arturo García Buhr (Pedro) y Bárbara Mujica (Laura).

Quizás el limitado en cantidad, aunque descomunal en talento, elenco sea el primer elemento que deba tenerse en cuenta a la hora de intentar un análisis integral. Ya que esa decisión de Martínez Suárez da cuenta que la historia estará inmersa en un clima de profundo encierro y claustrofobia que denota la existencia de un mundo paralelo donde el trio de ancianos fija las pautas de funcionamiento de ese microcosmos.

Lo antedicho, a su vez, se convierte en el primer elemento que permite relacionar la creación de Martínez Suarez con la realidad política de un país que estaba gobernado por una Junta Militar, con representación de la tres armas, en la que lo sombrío y lo tenebroso se encontraba a la vuelta de cualquier esquina. Donde el valor de la vida era reducido a su mínima expresión quedando supeditado a la arbitrariedad y la intolerancia.


Sobre una estructura clásica y simple basada en la convivencia de una pareja (Mara y Pedro) y dos amigos (Martín y Norberto) se desarrollará una historia atrapante.

Mara fue una famosa actriz de cine que ha sido olvidada por los productores y decide vender la casona, alejada de la ciudad,  en la que vive quizás con la esperanza que vivir en el centro le permita seguir gozando del reconocimiento popular de su época de diva. Dicho plan no es aceptado por los tres hombres que se niegan a romper esa extraña cofradía que por años les permitió dominar a Mara y a las otras mujeres de la historia que han muerto o, simplemente, desaparecido.

Aquí tenemos otra referencia directa a las coordenadas témporo espaciales del contexto de la filmación ya que la palabra “desaparecido” es utilizada varias veces en los diálogos.

Martínez Suarez, mediante la incorporación de imágenes de otros filmes logra retratar como el personaje de Mara vive preso de un pasado que la sumerge en la nostalgia propia de quien se enfrenta al ocaso de su vida. La melancolía que atraviesa grandes partes de la historia se completa con las aristas que aporta el único personaje joven Laura. La agente de inmobiliaria que irrumpe en ese mundo detenido en el tiempo como una marca inexorable del cambio de los tiempos.

Ese nuevo tiempo que representa Laura será justamente el enemigo que amenaza la tranquilidad de los hombres de la casa y, por ende, debe ser eliminado como única garantía de mantener la estructura sin fisuras.

Aquí resulta interesante ampliar la mirada sobre las representaciones del personaje de Bárbara Mujica, ya que ese cambio de época también implica un nuevo posicionamiento femenino que ya no responde acríticamente al paradigma patriarcal sino que se posiciona desde una paridad que podría servir para liberar a Mara de su silenciosa sumisión.

Seguramente lo más atrayente de la película no está en la historia en sí sino en la variedad de situaciones que propician un clima de suspenso y tensión constantes. En este sentido el trabajo del guion es inmejorable ya que cada acción da cuenta de la profunda perversión de todos los personajes; aunque estas acciones puedan ser una aparente ingenua charla entre los amigos o el fallido intento de espantar a Laura con una tarántula que es aniquilada por el pie de la joven sin ningún miramiento.

Los escenarios juegan con la idea de haber sido en algún momento lujosos y hermosos, pero ahora el paso del tiempo los ha corroído y llevado a menos, como a los personajes mismos.

Como forma de complementar ese clima de pequeños pero permanentes horrores, Martínez Suarez maneja todo un juego de imágenes en la transición de escenas en las que se observa animales atacando a otros y devorándolos.


Como bien cultural completo este filme tiene una complejidad importante porque si bien la temática central  mantiene una estructura convencional con momentos bien diferenciados se abren un abanico importante de temáticas alternas como: la psicología de los personajes, el tema de la decadencia de los seres humanos, la devaluación del reconocimiento social que llega con la vejez en las sociedades capitalistas en las que dejan de ser productivos y deben reinventarse. Situación que nos interpela a todos, desde profundos planteos filosóficos, donde la idea de olvido o reclusión propia de la vejez nos resulta atemorizante: Justamente el abordaje de este tema colateral es utilizado por Martínez Suarez para que el espectador entre en un conflicto que genere una empatía tanto con la depresión de Mara como con las actitudes de Norberto, Pedro y Martín.

Esta empatía es la clave de lo más oscuro y siniestro de la película al enfrentarnos con la lucha de los cuatro ancianos por tratar de mantener la mayor porción de dignidad posible durante sus últimos años de vida. Lucha que implica también un enfrentamiento con los jóvenes que son la representación de un mundo distinto que les es ajeno a los adultos mayores y que con los avances tecnológicos los deja, muchas veces, fuera de carrera o con el profundo sentimiento de frustración al no comprender los cambios de paradigma.

Personalmente considero que los actores y actrices de esta película no pudieron ser mejor elegidos por el director ya que más allá de la probada idoneidad profesional de todos ellos, uno puede inferir similitudes importantes con las ideologías propias de cada actor.

Un dato curioso que planteó en una entrevista José Martínez Suarez está relacionado con la elección de la actriz para el personaje de Laura. Al idear el elenco pensó en Bárbara Mujica. La producción sugiere a Graciela Borges, quien no acepta por contar con otros contratos vigentes. Así es que Martínez Suarez vuelve a arremeter con la idea de Bárbara y, con el producto terminado comprobó que su elección original era la más correcta ya que, difícilmente otra actriz hubiera logrado jugar con solvencia  ese personaje mezcla de codicia, engaño y fuerza pero con un sello de fresca dulzura que sin embargo puede sufrir una transformación de profunda acidez y hasta violencia sin caer en la sobreactuación.



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